13/05/2015

LOS DON QUIJOTES Y SUS MOLINOS DE VIENTO

¿molinos o gigantes? debemos aprender a diferenciarlos
Durante los años que pasamos entrenando nos encontramos con muchos equipos, con muchas personas que forman esas plantillas, y esto crea unos grupos heterogéneos con los que debemos trabajar. Casi todos los entrenadores tendemos a intentar homogeneizar esos grupos, que todos/as nuestros jugadores/as piensen igual, y trabajen en equipo al unísono. ¿Pero es correcta esta práctica de eliminar las individualidades que forman el grupo? Para mí no lo es e intentare explicarme.

En los cursos de entrenadores en los que he asistido, siempre se defiende en proceso educativo individualizado para los jugadores, ajustar los ejercicios para que las capacidades de los jugadores estén bien representadas y ninguno se sienta frustrado por la dificultad o la falta de ella en los ejercicios. Este formato de trabajo esta asumido por todos como la mejor técnica de enseñanza, con esto trabajaremos perfectamente las diferentes individualidades a nivel físico de los integrantes del equipo. ¿Pero qué hay de la heterogeneidad psicológica de los jugadores? Cuando tenemos un grupos social, lo que en este caso sería un equipo de baloncesto formado por una docena de personas, cada individuo del grupo tendrá una personalidad, unos gustos, unos problemas, y unos deseos. Llegar a conseguir acoplar estas individualidades, sin destruirlas, dentro el conjunto del equipo es la tarea más difícil del entrenador.

Cada uno de nuestros jugadores tiene una personalidad diferente, quizá unos sean fuertes mentalmente, otros débiles, unos trabajadores, otros vagos, unos con mucha autoestima, otros sin ella. ¿Cómo tratamos a estos grupos formados por individuos tan diferentes entre sí? La primera de las decisiones que debemos tomar como entrenadores es si queremos hacerlo, podemos dedicarnos a entrenar, mandar los ejercicios, dirigir los partidos, y una vez acabado estos dejar al equipo a su aire, es decir, solo centrarnos en el baloncesto y exigir compromiso y trabajo solo por el hecho de formar parte del equipo. Esta actitud del entrenador es correcta en equipos de elite, en equipos profesionales, pero ¿Cuántos de los entrenadores del baloncesto bizkaino entrenamos este tipo de equipos? Si vuestro caso es parecido al mío, entrenareis equipos formados por jugadores que juegan por placer, por el gusto de practicar el deporte que aman y no por ganar un sueldo o competir a más alto nivel.

Otra de las opciones es involucrarnos en no solo conseguir que el equipo realice los ejercicios sino que además los haga con buen humor y con la motivación y actitud necesaria, esta motivación ha de venir porque el jugador o jugadora se encuentra a gusto entrenando, a gusto jugando partidos. Y entrenar y jugar le dé la satisfacción necesaria para no abandonar el baloncesto en edades tempranas. Pero aquí llegan las individualidades, y con ellas los Molinos de Viento. Intentare explicaros los pasos para convertiros en el Sancho Panza que haga ver la realidad a sus jugadores olvidando sus Molinos de Viento


LA OBSERVACION
Lo primero que debemos hacer los entrenadores es observar, mirar no solo los gestos técnicos de nuestros jugadores si no también su actitud, su trato con los demás integrantes del equipo. Os pondré dos claros ejemplos de observación que a mí me han ayudado durante los últimos años como entrenador.

Hace años asistí a un curso en el que el profesor nos preguntó quién nos parecía el mejor entrenador, las respuestas fueron diferentes pero parecidas, Aito decían unos, Maljkovic decían otros, Jackson los seguidores de la NBA… pero al final el profesor alzo la mano, y nos pidió parar, él dijo algo que no he olvidado desde entonces: “El mejor entrenador que existe es Ben Hur, un simple vistazo a la cuadriga y es capaz de saber dónde colocar a cada caballo, donde sacar el máximo partido a cada uno de ellos”. Este es el primer objetivo que debemos tener al observar, buscar el lugar para que cada uno de los jugadores este colocado en su sitio, no solo en el campo sino también en su rol dentro del grupo, y conseguir que cada uno de lo mejor de sí para engrandecer al equipo. Pero claro está, no hemos eliminado la individualidad de cada uno de ellos, sino que las hemos acoplado para su mejor rendimiento.
El segundo ejemplo me lo dio otro profesor en otro curso. Este profesor, un entrenador reputado, se dedicaba además a ayudar en categorías inferiores de su club. Cuando un día hablábamos sobre los castigos en edades de formación, todos debatíamos sobre la severidad sobre la que debíamos aplicar en cada caso. Su pregunta fue clara “¿con esos castigos que conseguís?” mi respuesta fue clara, “Disciplina y trabajo” y acto seguido me demostraron mi error, “con estos castigos consigues obediencia y sumisión, no pasión ni amor por el baloncesto, conviertes el baloncesto en una clase más, en un deber y no en algo divertido. Se obtiene más consiguiendo que tus jugadores confíen en ti, que en que te teman. ¿Has probado a interesarte por sus gustos? ¿Ha entender que cada uno es diferente? Yo llego antes a los entrenamientos de las pequeñas, y me fijo en ellas, me intereso por lo que hacen, si una está jugando a la maquinita, le pregunto de que trata, si otras están haciendo deberes les pregunto de que son…me intereso por ellas, les demuestro mi confianza y nunca debo castigarlas porque quieren hacer lo que yo les pido en los ejercicios. Porque confían en mí y no me temen.” Esta es la segunda fase de la observación, una vez que hemos determinado los roles en el campo, debemos interesarnos por quienes son los jugadores, quizá estemos buscando un trabajo que no podremos conseguir en todos igual, quizá estamos pensando dar una responsabilidad a un jugador que no es capaz de asumirla. Es decir, debemos saber qué persona se encuentra detrás de cada jugador.

Para realizar esto es tan sencillo como interesarse por los jugadores, observar. Cuando asistimos a los cursos de entrenador nos entrenan para ver los defectos, los fallos a pulir de la técnica, la táctica, el tiro… pero también debemos mirar otros detalles, otros fallos. A estos fallos yo los llamo los molinos de viento, son imaginaciones, distorsiones de la realidad que tienen nuestros/as jugadores/as. Y estos se ven claramente no solo en los entrenamientos, sino antes y después de ellos, tal y como decíamos antes, conversando con los jugadores.
MOLINOS DE VIENTO
Una vez que hemos observado a los jugadores que forman nuestro equipo comenzamos a darnos cuenta de que todos tienes unos Molinos de Viento contra los que luchan. Pues todos tenemos nuestros Molinos de Viento, luchamos contra aquello que en realidad no existe, que son distorsiones de la realidad. Y en este punto es cuando el entrenador debe convertirse en Sancho Panza generar mediante el ejemplo y el trato la realidad que realmente existe dentro del grupo.

A lo largo de nuestros años como entrenador nos hemos encontrado con jugadores que no creen en si mismos, con los que creen demasiado en si mismo, o los que necesitan aprobación. Estas realidades son las de personas que comparten un grupo, y debemos encauzar, pero no eliminar las individualidades que después nos darán un buen equipo.

Ahora os detallaré unos ejemplos de Molinos de Viento, seguro que hay muchos más, pero estos me resultan los más re4presentativos. No es fácil, pero debemos intentar suavizar estos extremos, para que el engranaje del equipo tenga todos los dientes en la misma medida y así cada individuo asuma su responsabilidad y trabaje en conjunto.

EXCESO DE CONFIANZA
El molino de viento más difícil de corregir, los jugadores que tienen una excesiva confianza en sí mismos normalmente creen no necesitar al equipo, que ellos solos bastan para ganar un partido.

Seguro que todos habremos oído la frase mágica: “se ha ganado el partido por fulanito o fulanita”. Yo soy de la creencia de que el baloncesto son cinco jugadores a la vez en el campo, está claro que solo uno a la vez la puede meter, pero el trabajo de los cinco jugadores para lograr la canasta o impedir la canasta del contrario es necesario. Esto es algo que debemos hacer ver a aquel que tiene un exceso de confianza, nuestro trabajo ha de ser el hacerle ver que sin la ayuda del equipo no podría hacer nada, y que en realidad si las mete es por el trabajo de todos.

Debemos intentar convertir el exceso de confianza en confianza propia y en confianza de los compañeros, en la humildad para compartir el mérito. ¿Cómo conseguir esto? Pues es difícil, pero siempre mediante el refuerzo positivo, dando a ver que el grupo lo ha hecho bien, el pase que dio la canasta, el bloqueo que creo un tiro, ese es nuestro campo de batalla contra los que tienen exceso de confianza.

Si conseguimos llegar a conseguir que el exceso de confianza se convierta en la aceptación de que el grupo gana con cada buena acción de ese jugador o jugadora, tendremos un gran valor en esa persona.

FALTA DE CONFIANZA
El caso contrario al anterior, ese jugador o jugadora que no tiene confianza en sus capacidades, capacidades que como entrenador podemos ver, pero que observamos que no las explota por miedo al fracaso. En general estas personas tienen a ser muy autoexigentes, se piden demasiado a sí mismas y por tanto el fracaso se convierte en una realidad.
Este tipo de Molino de Viento es más fácil de contrarrestar que el exceso de confianza, con estas personas debemos reforzar las buenas acciones, quizá también plantear objetivos comedidos, conseguibles, para que ese refuerzo sea completo. No podemos pedir a alguien con poca confianza que anote 20 puntos, pero quizá si que anote 6, y darle la enhorabuena cuando lo consiga, más adelante le pediremos 8, luego 10, y quizá acabe llegando a conseguir los 20 que creemos que puede conseguir.

Pero… ¿qué pasa cuando no consigue un objetivo? Pues nada, debemos ayudarle a asumir que no siempre se consiguen los objetivos, que a veces debemos entender que no siempre tendremos lo que queremos, y que la única manera de seguir mejorando es trabajar.


YO NO TENGO LA CULPA
En este Molino de Viento esta la exclusión del individuo en la culpa de los fracasos del equipo, muchas veces las individualidades tienden a hacernos creer que la culpa no es nuestra, hemos hecho bien nuestro trabajo, son los demás los que no lo han hecho y entonces, de la derrota, de un mal entreno, la culpa no la tengo yo la tienen ellos.

Para este tipo de gente cada persona que forma el equipo tiene responsabilidades, pero no son compartidas, debemos hacerle entender que no valen las responsabilidades y el trabajo de uno si no las comparte con las demás, si no las trabaja en conjunto con los demás integrantes del equipo.

La solución para este tío de personas es conseguir que vena que una decisión individual afecte al grupo entero. Una de las cosas que más utilizo con este tipo de jugadoras es a la hora de trabajar el pase, hacerles entender que en un pase existen dos personas, el pasador y el receptor, y que la culpa de un mal pase es de ambos, uno por no pasar bien y el otro por no generar una buena línea de pase. Está claro que no es el único ejemplo para trabajar la corresponsabilidad de las acciones, seguro que vosotros encontrareis muchos más, los bloqueos, la defensa de ayudas…


NO TIRO MÁS
Este caso aunque parezca que se corresponde a la falta de confianza en realidad no lo es, está más relacionado con una personalidad voluble. Todos hemos escuchado alaguna la frase de “no tiro más” o “no voy a hacer eso que no me sale”, cuando en realidad antes de empezar el ejercicio o el partido si tenía la confianza necesaria para atreverse a realizarlo.
Este tipo de personas tienen a ser poco constantes en su trabajo y en su confianza, por lo que debemos trabajar la constancia, aunque no se obtengan buenos resultados al principio, pues sabemos que se acabaran logrando. Un refuerzo positivo aunque exista un fallo es lo que acabara haciendo que estos jugadores trabajen con constancia, y sobre todo darles un “mantra” una idea que se repita y que les devuelva a la constancia eliminando sus pensamientos negativos.

Siguiendo el ejemplo del “no tiro más” uno de los mantras que yo utilizo es el de “los tiradores siguen tirando, ya acabara entrando” y ellos al repetirlo consiguen establecer una constancia en su trabajo.

NECESITO APROBACION
En este caso no es que exita falta de confianza, si no que se busca la aprobación continua en sus acciones, la confianza para realizar las acciones la tiene este jugador, pero quiere que le digan lo que hace bien, siempre buscando esa aprobación de su entrenador o compañeras. Pero a la vez no quiere que le digan lo que hace mal, no quiere que le recuerden sus errores.

En este caso debemos trabajar la autoaprobación, que ella misma se apruebe, está claro que nosotros animaremos y aplaudiremos sus buenas jugadas, pero debemos hacer verle que es su propia aprobación la que más vale. De la misma manera debemos trabajar para que asuma los errores, que son parte del éxito, y al final conseguiremos una persona que no necesita de esa constante aprobación, sino una persona autosuficiente.

CONCLUSION
Debemos trabajar para que los individuos del equipo sigan siendo ellos mismos, trabajar para conseguir que el equipo este unido, eliminando egos pero no personalidades. Limando los excesos de personalidad que pueden dañar al equipo y hacerlos trabajar en conjunto para llegar a tener un grupo unido y con confianza unos sobre otros y en sí mismos.

Seguro que encontrareis muchos más molinos de viento, y muchas más soluciones, pero debemos comenzar siempre por la observación y buscar soluciones que no sean agresivas.