08/01/2016

ENTREVISTA AITZIBER ARZA

Aitziber Arza lanza a Canasta
Comenzó su andadura en el Baloncesto a la edad de 11 años en su colegio de Romo, poco a poco fue avanzando en las diferentes categorías de las competiciones bizkainas hasta llegar al final a la Primera Nacional de la mano de Getxo. El último año acabo su carrera como jugadora en el Club Oribeltza, le hemos pedido que nos cuente sus recuerdos sobre el baloncesto:

¿A qué edad comienzas a jugar al baloncesto? ¿Qué o quién te hace tomar la decisión de comenzar a jugar?

Comencé en 6º de Primaria, con 11 años, y fue por lo que me imagino que se apuntan muchos niños y niñas, varias amigas de mi clase estaban jugando en el equipo del colegio. Tenía también alguna compañera que hacía atletismo pero era de las más altas de clase y al final acabé cumpliendo un tópico. Y menos mal, porque no sé cuánto hubiera aguantado corriendo... ¡Llevo muy mal la carrera continua! Lo mejor de haber dejado de jugar es que me he librado del dichoso plan físico de agosto...

¿En qué equipo comienzas a jugar? ¿Qué rol ocupabas en el equipo?

Empiezo en el colegio de mi barrio, en Romo. De los equipos escolares se ocupaba San Agustín, un club muy pequeñito que jugaba en el patio de ese mismo centro. ¿Rol? Seguramente el de molestar lo menos posible... jajaja. Era alta, delgada y bastante poco coordinada, la verdad es que viendo algún vídeo de aquella época me sorprende que haya seguido hasta ahora. Yo creo que intentaba no llamar mucho la atención.

¿Qué recuerdo guardas de tus años como jugadora escolar?

No olvidaré nunca que el día anterior al primer partido nos dieron los equipajes, y la camiseta que me tocó estaba muy arrugada y ama me dijo que ella se encargaba de plancharla al día siguiente. Estaba tan nerviosa que me desperté prontísimo y como me aburría se me ocurrió que la mejor idea del mundo era que yo me encargaba del planchado... Nada más apoyar el hierro de la plancha encima del número, se quedo pegado. ¡Qué drama! No dejé de llorar hasta que llegué al colegio y mi entrenadora me dijo que no pasaba nada, que había más camisetas.

Hasta hace no mucho alguien tenía esa camiseta con solo “medio 5” todavía guardada.

¿Qué recuerdo tienes de los entrenamientos y los entrenadores de aquellos primeros años?

Tanto en la etapa escolar como federada mientras estuve vínculada a San Agustín éramos como una familia. Pocos equipos, no muchos recursos, pero todos nos conocíamos.

Jugábamos en el patio del colegio esquivando a madres con niños, intentando no pisar las hojas que caían de los árboles para no resbalar y esperando que no lloviera a la hora del entrenamiento. Allí todos entrenábamos juntos, daba igual si eras chico o chica, infantil, cadete o junior, si hacía falta acababas tu entrenamiento y empezabas con el equipo siguiente. Hasta que se apagaba la luz del campo había sitio para todos.

Siempre digo que igual no aprendimos mucho de técnica o táctica pero interiorizamos unos valores que solo un club pequeño y humilde te los puede dar.

Y entonces tras el baloncesto escolar, toca el salto al federado. Ya no son los aitas los que arbitran, lo hacen árbitros vestidos de naranja, hay más competición… ¿Cómo vives ese cambio?

No tengo un recuerdo especial de ese cambio, como he comentado en la anterior pregunta estábamos muy unidos y ya había coincidido con las compañeras mayores que yo. El campo era el mismo, lo único que cambiaba era el equipaje.

Durante tu época de formación, cadete y junior, ¿Doblabas partidos o entrenamientos? ¿Cómo vivías esta situación de ir con mayores?

¡Yo lo vivía feliz! ¿Dos partidos cada sábado? ¡Era perfecto! Lo mejor que me podía pasar. El segundo año de cadete llegué a jugar tres partidos los fines de semana. Tenía ficha cadete escolar y junior federada, por lo que también me tocaba ir con las seniors. En casa les costó un poco aceptar, pero logré convencer a ama y a aita. Visto con distancia no suena muy legal aquello...

Incluso doblé partidos mi primer año en Getxo, con 21 años, jugaba en segunda regional y luego iba con el equipo Nacional.

Y llega el salto a Senior, ¿en qué equipo comienzas tu andadura en la categoría?

Hasta que llegué a Getxo siempre participé en todas las categorías de segunda con San Agustín, y ya había jugado partidos en senior antes.

¿Cómo se siente una joven de 18 años jugando contra jugadoras cercanas a la treintena?

De eso si tengo un recuerdo más formado. La segunda regional es un mundo especial, o por lo menos hace 10 años lo era. Cuando aquello había mucha jugadora que llevaba años dando vueltas por los campos de Bizkaia y que se las sabía todas: pellizcos, culazos, agarrones, contactos … y todo sin que se viese. Pero cuando acababa el partido te venían a dar la mano y te felicitaban por el partido. Además he de decir que también me he encontrado jugadoras así en Nacional, y yo en ese terreno de lucha siempre he estado muy agusto, ¡asi que me vino muy bien para los años siguientes! Mi teoría es que los partidos que no acabas con golpes es como si no hubieras jugado, y siendo una jugadora interior con todo lo que pasa debajo del aro, más.

Tras años en la regional te llega la oportunidad de jugar en el Primera Nacional de Getxo, ¿Cómo te llega esta ocasión?

Antes de llegar a Fadura llevaba un par de años como monitora en el campus del club y conocia a Koldo Macías. Un día me contó que querían volver a sacar un equipo regional para hacer de puente entre el primer equipo y todas las jóvenes jugadoras que venían. La propuesta era jugar en segunda regional y entrenar con las nacionales. ¡Sonaba de lujo! Y no podía dejar un deporte que me apasionaba sin intentarlo. Me pilló en un momento en el que necesitaba probar si era capaz de jugar más “en serio” y aunque me costó mucho aceptar, al final me puse el paracaídas y me tiré al vacío.

Das el salto de categoría, ahora ya los desplazamientos no son de 20 minutos, ahora son horas de autobús. ¿Cómo vive una jugadora esos trayectos largos?

Para mí era lo más parecido a ser profesional que conocía. ¿Montarse en un autobús para ir a jugar un partido? ¡Pero si hasta teníamos cartel con el nombre y el escudo de Getxo!

El viaje más largo era Pamplona y Logroño, y a mí se me hacían cortísimos. Yo hubiera ido hasta Valencia o Cádiz, tranquilamente. No sabes cómo fardaba con las compañeras que dejé en Romo que me iba a Donosti a jugar y que luego encima cenábamos en algún restaurante antes de volver a casa. Eso solo lo habíamos visto nosotras en la tele con el Athletic...

Los últimos años ya me ha costado un poco más entretenerme en los viajes, y eso que ya no íbamos hasta Logroño y la Calle Laurel... jajaja.

Finalmente has acabado tu carrera jugando en el Oribeltza, pero ahora ya no eras la joven de 18 años que jugaba con mayores, ahora eras la mayor que orientaba a las novatas. ¿Cómo cambia la visión de una jugadora tras años de experiencia?

Creo que mi visión del basket no ha cambiado en las 19 temporadas que he jugado. Puedo decir que he tenido la misma ilusión todas las pretemporadas, o incluso más.

Cambia la forma de actuar y la responsabilidad que tienes. Responsabilidad como veterana en la que las de 18 se fijan aunque tengo dudas de que eso ya suceda, salvo excepciones. Pero siempre he intentado esforzarme al máximo, no faltar nunca a un entrenamiento y priorizar siempre el equipo por delante de otras actividades. No ya por dar ejemplo a quien pueda estar dispuesta a aprender, si no porque no concibo otra forma de entender lo que es formar parte de un equipo.

Las últimas dos temporadas has vivido el afianzamiento de un club como Oribeltza en la Primera Nacional, ¿Qué se siente al saber que has contribuido a algo así?

Fue una sorpresa que Jorge quisiera contar conmigo para la vuelta del equipo a Primera. Me llamó cuando había decidido dejar Getxo, y la competición, y después de darle vueltas todo el verano, acepté. Le conozco desde que como dice él, “le metía ganchos” en regional, y me pareció un reto bonito y un buen lugar para acabar mis años de jugadora.
Me alegro de que el club vaya afianzándose sobre todo por personas como Zubi, Nerea y el mismo Jorge. Tienen mucha ilusión por seguir creciendo y meten muchas horas para que las cosas vayan saliendo poco a poco. Somos un club muy joven pero con mucha ilusión y muchas ganas de trabajar para obtener resultados.

Has tenido la oportunidad de compartir cancha contra jugadoras internacionales, gracias a los torneos de Oribeltza, pero… ¿Cuáles son los jugadores o jugadoras que has tenido como ejemplo durante tu carrera?

Cuando llegué a Getxo había en mi posición unas cuantas jugadoras veteranas como Txelo Infante, Nerea Fernández o Vero Cabado que me pusieron las cosas muy difíciles para poder tener minutos, y las veía jugar desde el banquillo preparada para darles los minutos de descanso al final de los cuartos... jajaja. La verdad es que me hicieron un favor, porque a mí lo de estar sentada en el banquillo me mataba y me puse como objetivo a largo plazo llegar al nivel que tenían ellas para poder competir en Primera Nacional. Creo que 9 años después lo he conseguido, aunque también es verdad que el nivel de la categoría de entonces con el que hay ahora es distinto. Aquellos años jugábamos contra Ibaizabal, Gernika, Las Gaunas, Gipuzkoa UPV o Abaroa (luego Araski), todos ellos han conseguio ascender a Liga Femenina 1 o 2. Contra muchas de las jugadoras que han pasado como profesionales por Pando en los torneos yo ya había jugado antes. Lo que dicho así dice poco de mí y mucho de todas ellas... jajaja.

Cuando vas a jugar un partido, ¿Qué manías o costumbres repites?

Mis compañeras te dirían que soy una maniática con esas cosas, y puede que tengan algo de razón. Pero a mí me sirven, o servían, como ritual de concentración.

Me gusta llegar con tiempo a Pando, antes Fadura, y cambiarme tranquilamente en el vestuario aunque las zapatillas siempre intento atármelas en la pista. El calentamiento lo hago siempre en la esquina contraria a la banda de los banquillos y cuando me toca salir a jugar dejo la camiseta de calentamiento lo más alejada posible, en Fadura la colgaba siempre de la misma espaldera y en Pando la dejo sobre la mochila que todos los partidos está en el mismo sitio. En el corro del banquillo cuando pitan “uno” me quedo de pie y al lado de Miguel y Jorge.

Luego está lo de repetir ropa interior (lavada, claro) en el partido siguiente si hemos ganado el interior y alguna que otra superstición más que es mejor no cuente no vaya a quedar como una loca... jajaja.

¿Cuál ha sido el mejor momento como jugadora?

Ahora es cuando tendría que acordarme de una fase final, un cruce por Liga Vasca o alguna concentración con la selección, pero no he tenido la oportunidad de vivir algo así y confieso que es una espina clavada. Así y todo, mi mejor momento como jugadora ha sido cada vez que he jugado y si acababa en victoria el partido ya ni te digo, ¡con lo que me gusta ganar! (y lo poco que lo he conseguido...jajaja). He sido muy, muy feliz dentro de una pista de basket y el balance no puede ser más positivo. He conocido personas que merecen mucho la pena y que serán parte de mi vida siempre, y para mí es lo más importante.

¿Y el peor?

Este año he sufrido bastante con los dolores y lesiones. A mi problema en el codo se le unió una lesión muscular en el gemelo que me tuvo casi 2 meses sin poder entrenar bien. No encontraba la solución e incluso pensé en dejarlo antes de tiempo porque cada vez que parecía que ya no dolía y volvía a intentarlo, sentía otra vez el dolor. Además he tenido que acabar muchos entrenamientos antes de tiempo y me generaba una sensación de importencia y frustración que muchas veces no he sabido manejar. No estoy acostumbrada a lesiones que me limiten y me ha supuesto pasarlo mal. Por suerte tengo un equipo que me ha apoyado muchísimo.

¿Con quién te “confiesas” cuando las cosas no van bien?

Los dos últimos años en Portu he coincidido con jugadoras más cercanas a mi edad (Almike, Ylenia, Nerea, Alba) y hemos congeniado muy bien. Hemos tenido muchas conversaciones de esas que en las que te desahogas y te quedas tan agusto.

Además está Miguel, con el que comparto una manera de vivir y sentir el baloncesto, y hemos sido un apoyo muy importante el uno para el otro durante muchos años.

¿Cuántos sacrificios has tenido que hacer para jugar a baloncesto? ¿Merece la pena?

Pues unos cuantos, pero como todos los que nos implicamos en algo al 100%. Viajes con las amigas, fiestas, conciertos,... Pero a mí hasta hace muy poco me ha merecido la pena. No he encontrado otro lugar mejor en el que estar, que entrenando o jugando un partido. Siempre me ha compensado. De hecho, en el momento en el que empecé a pensar que podría estar haciendo algo que me motivase más fue cuando me planteé si debía seguir jugando.

¿Tienes nuevos proyectos en el baloncesto tras colgar las botas? ¿Cuáles?

Llevo ya años como entrenadora y el año pasado Oribeltza me dio la oportunidad de formar parte del grupo de entrenadores y de llevar un premini 3x3 de primer año en el colegio Zubeldia. Qué mejor manera de seguir ligada a este deporte que ser parte del descubrimiento de unos niños y niñas del basket. Me lo paso en grande.

Y a una niña que está empezando, ¿Qué le dirías?

Si haces del basket un estilo de vida te la va cambiar -la vida- por completo, merece la pena intentarlo. Y si sueñas con meter la canasta ganadora en un partido, sigue haciéndolo y trabaja todos los días por conseguirlo, porque a veces se vuelve realidad.

Y para acabar, ¿Cuál es tu opinión sobre la web ZonaBizkaina?

Es una manera muy útil de seguir la actualidad de nuestros clubes, un acierto la verdad. Espero que sigais trabajando en ella porque ahora que voy a estar más en el baloncesto escolar me va a venir bien para enterarme de lo que pasa con los “mayores”.

Gracias por el interés en mi historia.